Contact Lost innocence

A quién quieres engañar...


Un día despertaste y te viste al borde de un precipicio…
Todo había empezado como por casualidad, como un juego, como un toque de ‘exotismo’ en tu organizada vida...
Como una inocente partida con un final ya escrito, pues todo era tan surrealista y tan improbable que no cabía otra posibilidad, pero a veces los porcentajes fallan, nos sorprenden y de pronto, echabas de menos ese contacto breve y ocasional...


Y de pronto necesitabas esa dosis de calor, de cariño... Y lo que parecía raro, extraño y excéntrico resultó ser cercano, cálido, normal... Y fue entonces cuando la tierra se abrió bajo tus pies.


Tenías varias opciones. Podías aceptarlo y sumergirte en aquellas apacibles aguas aceptando entonces que tu maravillosa y ficticia burbuja de cristal no era del todo impermeable, que quizás no todo lo que era habitual tenía porqué ser lo único normal, que a lo mejor no eras exactamente como te cansabas de contarle a la gente que eras y que te gustaban los bichos y las cosas raras como hasta entonces las habías llamado... Pero al hacerlo tu personaje se desmoronaría y eso supondría aceptar haber vivido en un error...


También podías simplemente actuar con normalidad, con valor... “A la mierda el resto del mundo; esto es lo que yo quiero” podrías haberte dicho... Pero hacerlo requería valentía y confianza. Apostar por una carta que hasta entonces ni siquiera aparecía en tu baraja y eso era demasiado para tu frágil e insegura persona... Así que como si fuera una oración que se repite cada noche esperando que sea cierta, no dejabas de decirte “No me veo así en el futuro”... Qué curioso que nunca te dijeras “Esto no es lo que QUIERO en el futuro”...


De modo que asustada por lo inverosímil de la situación, por la distancia que nunca dejaba de ser distancia, por los disfraces, las etiquetas que ponemos antes de tiempo y los mil y un detalles pequeños e insignificantes en cualquier otra situación o con cualquier otra persona, te diste un millar de motivos para levantar los muros inconscientes de la mentira, pues tras ellos podrías aspirar a conseguir cierta “seguridad” o al menos, no tendrías que enfrentarte al fracaso si algo no salía bien, pues si te arriesgabas y fallabas, nunca más te lo perdonarías...
Y tu teórica confianza dio paso a la más brutal de las inseguridades descargando toda una tormenta de contradicciones, escondiendo cada uno de los regalos que recibía tu alma tras un sentimiento de deuda sin posibilidad de pago que inventaste para ti, que nadie te pidió. Convirtiendo en negativo cada polo positivo que te rozaba y usando como afilados cuchillos esos “no te merezco”, esos “te conviene algo mejor” que tras una falsa bondad esconden la crueldad de negarle a cada cual sus propios anhelos y deseos, como si los demás no tuvieran derecho a decidir lo que quieren o lo que les hace felices...


Te contaste tu propio cuento, te creíste tu propia historia y tu mentira hasta convencerte para poder protegerte de lo que hubiera podido ser lo mejor que podría ocurrirte, o al menos para evitar otro fracaso... Aunque fracasaste simplemente por hacerlo...


El miedo te pudo y lo abrazaste con más ánimo y ganas que al cuerpo que aún seguías extrañando. Te negaste la felicidad por el “qué dirán”, simple reflejo de lo que tú habrías pensado si le hubiese pasado a otra persona... Pero te había sucedido a ti...


Y aún guardas presa bajo llave la verdad, mientras no dejas de mirar imágenes y leer palabras de quien te sigues repitiendo “no te hace sentir nada” mientras por las noches te abrazas a la almohada deseando que se convierta en esa carne y hueso que tanto echas de menos, mientras engrosas la lista de respuestas absurdas que te justifiquen algo que aún no entiendes ni tú, mientras continúas hablando de un pasado que no existió esperando de ese modo la aprobación de los demás... Y lo cierto es que nadie tiene derecho a impedir que te niegues a ser feliz...


Nadie te dará respuestas, porque ya las tienes. Nadie te revelará la verdad, sólo tú guardas esa llave a buen recaudo y sólo tú eres quien elegirá liberarla o dejar que se pudra ahí abajo...


Todos tenemos derecho a vivir nuestra vida como queramos y nadie puede ni debe criticarlo. Todos podemos elegir con qué arma queremos suicidarnos y todos somos libres para hacer, decir y ser quienes queramos... La única condición es justamente esa... SENTIRNOS LIBRES para ello.


Nunca te reprocharé nada, aunque puede que conozca la verdad mucho mejor que tú... Yo ya estuve allí, en esa situación y viví en esa trinchera durante años...


Sólo te pido que de vez en cuando, vuelvas a visitarme, Inspiración...


Sin tus visitas se hace más difícil contar historias y dibujar sueños, aunque no dejaré de hacerlo si no vienes...


Siempre me quedarán las musas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario